Después de lavar el coche, mi amigo Manuel y yo decidimos dar una vuelta al centro y mirar el tan anunciado y millonariamente remodelado malecón.
Con mucha expectativa llegamos a la plaza principal y un poco más adelante, nos enfilamos hacia nuestro destino.
Lo que me encontré era algo que… muy dentro de mi ya lo sospechaba. Más limpio (por el momento), nuevo empedrado, pinturita aquí… pinturita acá… pero de ahí en más, no vi mucha diferencia.
Aunque en realidad no estaba seguro en lo que yo debía esperar de esta obra…
Paseando por este remodelado “punto turístico” de mi querida ciudad (y esto si lo digo en serio, soy ocotlense de nacimiento y de corazón) vi, por la entrada a la plaza a un lado de la casa de la cultura los ya tradicionales puestos de libros.
Estrené uno de los recién pintados estacionamientos y nos dirigimos a contemplar los ejemplares literarios que ahí se venden. (Digo contemplar, porque con 20 pesos en la bolsa, no me queda de otra… maldita crisis)
Más tarde, con una bolsa de “churros” en la mano y mucha pereza, nos sentamos en las gradas de la Parroquia del Señor de la Misericordia a contemplar a las féminas que alegremente retozaban ante mis ojos.
En esas contemplaciones estaba yo, cuando a mi derecha veo algo que me llamó la atención.
Se trataba de un grupo de artistas. Pintores para ser exactos, de no más de 5 años de edad. Con sus pinceles, pinturas, ataviados con manteles y ensimismados en su trabajo, bajo la mirada orgullosa de sus padres.
Nos dirigimos hacia aquel lugar, cerca del kiosco. Cerca de 20 niños coloreaban dibujos con acuarelas, sentados ante unos soportes delineando, manchando, llenando y tanteando.
No pude evitar sacar mi cámara y tomar unas cuantas imágenes de tan apacible evento. Me llamó mucho la atención como un padre se ponía en cuclillas al lado de su pequeña hija mientras miraba fijamente la obra de arte, como decidiendo el lugar adecuado para la siguiente pincelada.
No pude evitar sacar mi cámara y tomar unas cuantas imágenes de tan apacible evento. Me llamó mucho la atención como un padre se ponía en cuclillas al lado de su pequeña hija mientras miraba fijamente la obra de arte, como decidiendo el lugar adecuado para la siguiente pincelada.
Después de un buen rato de observar tan peculiar y agradable escena nos retiramos. Y ahí fue donde la idea de esta “chaqueta” nació.
El futuro que nos estamos forjando, con nuestras acciones, sacrificios, esfuerzos y demás, puede que sea nuestro, pero más que nada es el de los niños. Y aquí es donde me pongo a pensar.
Mucha gente dice que los niños son nuestro futuro… mmm yo creo que nosotros nos forjamos nuestro propio futuro y de paso el de ellos…
Nosotros ya estamos grandes para afrontar las consecuencias de nuestro propio proceder y por ende, el futuro que nos formamos día a día. Pero los niños. Ellos no tienen porqué encarar consecuencias de nuestros actos, obras y omisiones.
Yo creo que siento un poco mas consientes de que, no solo nosotros, sino ellos (los niños), van a terminar viviendo el futuro que nosotros nos estamos forjando. Hagámosles uno bueno. Y de paso, a nosotros también.
Agradezco de manera muy especial a todos mis lectores por dedicarle un momento a mis chaquetas, esperando que sean tan placenteras para ustedes como lo son para mí.
Nos vemos… después.