Al entrar a una sala de cine, se
tienen muchas expectativas sobre lo que uno experimentará en la siguiente hora
y media. A veces uno sale decepcionado, o peor, con ese sentimiento de vacío al
tener la certeza que tu dinero desapareció sin dejar ni un rastro.
Para este humilde cinéfilo, una película
no representa únicamente entretenimiento efímero, ni un pretexto para salir de
la rutina o una distracción banal.
Una película representa el trabajo
de muchas personas, creativas y artistas que han dedicado su vida a contar
historias y transportarnos a incontables mundos, a hacernos tanto reír como
llorar, a ilusionarnos y emocionarnos a límites insospechados.
Respeto a las personas que acuden
al cine por entretenimiento, distracción o para pasar el rato, es más que
válido y justificable. En mi humilde caso, acudir al cine se ha convertido en
casi una peregrinación en búsqueda de la iluminación, un ritual que comienza
desde la selección de la película, la compra del boleto y el combo. La espera
para entrar a la sala se vuelve un momento de convivencia y regocijo envuelto
en sonidos y aromas que despiertan profundos recuerdos de infancia.
En la penumbrosa espera, sentado
en mi butaca, platicando con una buena compañía o disfrutando de la deliciosa
soledad, se puede echar un vistazo al futuro viendo los avances de las películas
próximas a estrenarse, renovando así la promesa de un pronto regreso. Promesa que
siempre hago.
Y la inevitable cascada de
imágenes, sonidos y sentimientos cae sobre todos y cada uno de los presentes, y
con cada minuto transcurrido, el cerebro trabaja intensamente en asimilar todo
lo que uno ve y escucha. Sin importar el nivel de fervor que se tenga a este
arte, el cine nos cambia. La persona que entra al cine no es la misma que sale
después de una función. Algo cambia dentro de uno, mucho o poco pero la
diferencia es perceptible, es agradable, es como un aprendizaje significativo
que te modifica tu esencia y te transforma en una mejor persona.
Pues eso es precisamente lo que
pienso que hace el cine, te transforma internamente en alguien mejor, más
experimentado, más humano. O por lo menos ese efecto tiene en mí.
Así que, es una promesa, hecha no
solo a todas esas personas que de una manera u otra son responsables de crear
esta hermosa, noble y maravillosa forma de arte. Es una promesa que me hago a mí
mismo, y que no pienso romper hasta el fin de mis días. Soy cinéfilo y siempre
lo seré.