Un hecho, en especial, es el que invade mi mente en este momento.
La desafortunada muerte de un miembro valiosísimo de la comunidad de integrantes de las bandas de guerra de aquí Ocotlán. Erick, aunque en los últimos años no tuve tanta comunicación con él, va a ser inevitable que lo extrañe. Una gran persona, y sobre todo un idealista como pocos he conocido. Visionario y emprendedor, carente de miedo ante los retos que la vida le daba.
La noche de su velorio, pude constatar una vez más la unión que existe entre los integrantes de las bandas de guerra de Ocotlán. Varias generaciones de banderos nos encontrábamos presentes, bajo un mismo y trágico motivo.
Es triste reencontrase con seres queridos bajo circunstancias tan adversas. Pero a pesar del hecho, me di cuenta de que las amistades que se forman en filas, con pies adoloridos, sudor cayendo a los ojos sin podértelo limpiar, sosteniendo un instrumento entre las manos, poniendo el alma en cada nota, en cada golpe al parche, en cada paso. Esas amistades se forjan en un halo de disciplina y honor que solo los integrantes de una banda de guerra pueden sentir.
Al escuchar a la Banda de Guerra del Tecnológico. Mi banda de guerra, mi añorada banda de guerra, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.
No pierdo la esperanza de que, algún día, no muy lejano, vuela a colgarme un tambor en mi hombro y empuñar con fuerza un par de baquetas, y así honrar al héroe caído. Al ser que ahora se encuentra en un lugar mucho mejor que este.
Descanse en paz, Erick.
DESCANSE EN PAZ
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