La otra noche, un alumno me visitó en el negocio y nos pusimos a platicar sobre múltiples cosas. Entre cervezas, risas y una plática más que amena, se mencionó el tema de los Ángeles Guardianes.
Aunque no soy muy religioso que digamos, creo en la existencia de Dios, de Su influencia en nosotros y del mundo espiritual.
Mi alumno me comentó que, según él, todos tenemos un ángel guardián, y que este ser protector era ni más ni menos que algún amigo o pariente que en vida quisimos o nos quisieron mucho. El espíritu de un ser querido, nos vigila y protege, mientras está a nuestro lado siempre.
La idea, más que inquietarme, me gustó, y de inmediato mi mente se remontó a la época de cuando yo tenía 7 años de edad. En segundo grado de primaria, yo tenía un amigo, al que yo consideraba el mejor de todos. Luis Ernesto.
Éramos inseparables, jugábamos, reíamos, hacíamos tareas, nos visitábamos, usábamos los juguetes del otro. Nunca nos peleamos por nada. Disfrutábamos la compañía del otro con la inocencia que solo la niñez puede dar.
El destino, Dios, el Universo, las Fuerzas Superiores o como deseen llamarles, tenían otros planes para mi mejor amigo.
Cuando me enteré de su muerte, me encontraba en el pupitre de mi salón de clases, la maestra nos informó a todo el grupo, pero estoy seguro que sólo me miraba a mí mientras hablaba.
Mi corta edad, evitó que me diera cuenta de la terrible realidad. Y me ayudó a aceptar con estoicismo y valentía el hecho que nunca más en mi vida, volvería a ver, platicar y jugar con mi mejor amigo.
Hoy, mis 31 años de edad, todavía lo recuerdo. No puedo evitar pensar en qué hubiera pasado si Luis no hubiera muerto. En el hombre que se hubiera convertido. Un profesionista sin duda. Tal vez la misma carrera que yo. Tal vez otra. Casado seguramente, con hijos (mis ahijados). Seguramente sería un socio más del negocio. Mejor amigo de mis mejores amigos. Alegre, educado, bueno para dar consejos, entusiasta y emprendedor.
Seguramente hubiera estado ahí esa noche, a un lado mío, mientras, con latas de cerveza en las manos, platicamos con mi alumno sobre los Ángeles Guardianes y el hecho de que, Dios los manda precisamente para honrar la estima y amor que nos tienen.
Aunque, soy de la creencia de que Luis Ernesto ya regresó, en forma de mis actuales amigos por los cuales daría mi vida sin pensarlo (no necesito mencionarlas, ya saben exactamente quienes son)… no me desagrada la idea de que mi mejor amigo estuviera esa noche… conmigo en forma de Ángel Guardián, a mi lado, así como lo está ahorita, mientras escribo estas líneas. Sonriendo y diciéndome “No te preocupes, aquí estoy”.
Nos vemos y leemos el próximo Lunes.
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