Una vez mas, en Ocotlán, sucede una fatalidad a raíz de un acto de violencia. Esta vez, todavía sin el cobijo de la noche y en una calle francamente céntrica.
Lo preocupante es que la población comienza a ver estos hechos como algo, si no cotidiano, si muy frecuente. Hace años, lo que seria un escandalo lleno de frustración y preocupación, hoy es un hecho mas en la vida de la ciudad. “Un muertito mas” como dice la vecina al contárselo a la señora que pasa a las tortillas.
Esta forma, relativamente nueva de reaccionar ante estos hechos de violencia extrema es por demás triste y preocupante. Estamos adoptando una actitud de pasividad que tal vez está fundamentada en la autoprotección. Lo cual también es muy normal. “Suerte que no fue un conocido” se escucha decir por las calles.
A dos días del incidente en el que perdiera la vida una persona a solo unas cuadras de mi lugar de trabajo. La vida sigue. Todo tan normal como siempre. Pero con un sentimiento de inseguridad en el pecho que, poco a poco se va haciendo normal, cotidiano para la sociedad ocotlense que con el tiempo se va acostumbrando.
Parece muy trillado, pero, me pongo a pensar en las generaciones venideras, en el mundo que les estamos heredando, donde la violencia es una cotidianeidad mas, donde la pasividad y la aceptación ante estos hechos sea la manera de reaccionar.
¿Existe una manera de cambiar este paradigma que se lanza hacia nosotros como una avalancha imparable y grotesca? ¿Existe?
Muy buen relato... para ponerse Ha pensar un poco oh un mucho de lo sudedido y no seguir heredando toda esa violencia en el mundo y principalmente a nuestros Hijos..... de que los estamos o como los estamos educando?
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