domingo, 18 de marzo de 2018

Reflexiones Cinéfilas


Al entrar a una sala de cine, se tienen muchas expectativas sobre lo que uno experimentará en la siguiente hora y media. A veces uno sale decepcionado, o peor, con ese sentimiento de vacío al tener la certeza que tu dinero desapareció sin dejar ni un rastro.

Para este humilde cinéfilo, una película no representa únicamente entretenimiento efímero, ni un pretexto para salir de la rutina o una distracción banal.

Una película representa el trabajo de muchas personas, creativas y artistas que han dedicado su vida a contar historias y transportarnos a incontables mundos, a hacernos tanto reír como llorar, a ilusionarnos y emocionarnos a límites insospechados.

Respeto a las personas que acuden al cine por entretenimiento, distracción o para pasar el rato, es más que válido y justificable. En mi humilde caso, acudir al cine se ha convertido en casi una peregrinación en búsqueda de la iluminación, un ritual que comienza desde la selección de la película, la compra del boleto y el combo. La espera para entrar a la sala se vuelve un momento de convivencia y regocijo envuelto en sonidos y aromas que despiertan profundos recuerdos de infancia.

En la penumbrosa espera, sentado en mi butaca, platicando con una buena compañía o disfrutando de la deliciosa soledad, se puede echar un vistazo al futuro viendo los avances de las películas próximas a estrenarse, renovando así la promesa de un pronto regreso. Promesa que siempre hago.

Y la inevitable cascada de imágenes, sonidos y sentimientos cae sobre todos y cada uno de los presentes, y con cada minuto transcurrido, el cerebro trabaja intensamente en asimilar todo lo que uno ve y escucha. Sin importar el nivel de fervor que se tenga a este arte, el cine nos cambia. La persona que entra al cine no es la misma que sale después de una función. Algo cambia dentro de uno, mucho o poco pero la diferencia es perceptible, es agradable, es como un aprendizaje significativo que te modifica tu esencia y te transforma en una mejor persona.

Pues eso es precisamente lo que pienso que hace el cine, te transforma internamente en alguien mejor, más experimentado, más humano. O por lo menos ese efecto tiene en mí.

Así que, es una promesa, hecha no solo a todas esas personas que de una manera u otra son responsables de crear esta hermosa, noble y maravillosa forma de arte. Es una promesa que me hago a mí mismo, y que no pienso romper hasta el fin de mis días. Soy cinéfilo y siempre lo seré.


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